Las actividades humanas inducen altas tasas de mortalidad y molestias a muchas poblaciones animales. Una de las que más lo sufren es la del oso pardo (Ursus arctos) en Europa. Para evitar la presencia de las personas, estos animales alteran sus patrones de movimiento y el uso del hábitat en áreas con actividades estacionalmente intensas, como las estaciones de esquí.
"En un mundo tan humanizado, el hombre se ha convertido en un predador universal", asegura Andrés Ordiz, autor principal e investigador en la Universidad noruega de Ciencias de la Vida y en la Estación Biológica de Doñana (CSIC), según recoge SINC.
Además de reducir de forma drástica el uso de esas áreas, los osos se vuelven más nocturnos y transitan áreas con mucha cobertura forestal como refugio. "Reducen de este modo el contacto con las actividades humanas", recalca Ordiz.
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